Descubriendo al testigo interior

Vivimos identificados con la mente y con todos sus contenidos: las creencias, los pensamientos sobre nuestra identidad, las etiquetas que ponemos a las cosas, la interpretación que hacemos de la realidad…La mente es como un programa perfectamente diseñado que funciona de manera automática y que no hemos elegido.

Este programa mental a veces nos hace felices y a veces nos hace sufrir. A veces podemos transformar una pequeña parte de su engranaje y a veces no encontramos la manera de moverlo por mucho esfuerzo que realicemos.

Sea cual sea el caso, esta estructura mental siempre resulta limitada y parcial. Sin embargo, en nuestro interior tenemos acceso a muchos más recursos y posibilidades de las que nos dicta la mente, ya que ésta tan solo es una pequeña parte de nosotros, somos mucho más que ella.

Pero, ¿Cómo encontrar eso que somos más allá de la mente?

Necesitamos colocarnos en un espacio interior nuevo y diferente, más allá de la mente, que nos permita observar los pensamientos automáticos sin identificarnos con ellos.

La terapia transpersonal nos acompaña a descubrir ese nuevo lugar: el testigo interior.

Reconocer al testigo interior es generar la posibilidad de vivir desde dos lugares: la mente que piensa y el testigo que observa la mente.

Encontrar ese otro lugar es el comienzo de un nuevo camino de vida en el que aparecen múltiples posibilidades, nos abrimos a un espacio mucho más amplio en el que nuestra identidad es mayor de lo que siempre habíamos creído.

La terapia transpersonal nos ayuda a ejercitar el paso de la mente al testigo que la observa. El testigo es un lugar de ecuanimidad y serenidad en el que siempre podemos encontrar silencio y paz, y en el que se abre el potencial de sanación de nuestras heridas a través de su atestiguación.

Sea lo que sea lo que haya en la mente, el observar la nos da libertad, comprendemos que no estamos atrapados en ella, los pensamientos son solo una parte y podemos acceder a otra manera de mirar, de entender, de interpretar, de vivir…Solo cuando observamos la mente tenemos la libertad de ser algo más.

Para que haya una transformación es necesario un entrenamiento diario: la práctica de colocarse una y otra vez en el testigo que observa la mente. Resulta de gran ayuda buscar un lugar del cuerpo en el que situarse y desde el que observar, por ejemplo la respiración, el latido del corazón o cualquier otra parte en la que podamos anclarnos  para mantener cierta distancia de la mente y no confundirnos con ella.

Los pensamientos son infinitos y más que intentar transformarlos, necesitamos abrirnos al lugar que hay más allá de ellos. Para ello es muy importante darse cuenta de que hemos vuelto a perdernos en la mente porque nos permite volver al lugar del testigo que observa y, con curiosidad, se pregunta:

¿En qué piensa ahora mi mente?

 

 

María Hortelano

Socia aeTT